Recién leído este clásico, creo que es interesante comentar unas cuantas cosas sobre el mismo. Para empezar, es un buen libro que contiene muchas recomendaciones acertadas sobre el desarrollo de software. La palabra programador en España tiene ciertas connotaciones negativas derivadas de una visión que es, a mi juicio, equivocada, pero en este libro el concepto de programador es el de creador y diseñador, que es una descripción mucho más interesante, y creo que acertada, del trabajo de un desarrollador de software. Un buen desarrollador de software con diez años de experiencia probablemente tenga poco que aprender en este libro, aunque sonreirá para si mismo con cierta frecuencia mientras se lo lee, pero alguien con menos experiencia tiene mucho que aprender en él.

El libro ya tiene unos años, y en la parte técnica usa ejemplos de herramientas, lenguajes y sistemas que están en algunos casos obsoletos, pero muchas de sus lecciones siguen siendo hoy igual de valiosas que cuando se escribieron: los peligros de repetirse, la búsqueda de la ortogonalidad, la reversibilidad y el mínimo acoplamiento posible, la necesidad del desarrollo incremental y la creación de prototipos,  la programación defensiva (contratos, aserciones…) o los tests implacables son todos técnicas pragmáticas, útiles, y tan importantes hoy como lo eran hace casi quince años, cuando se publicó por primera vez. Y por cierto, que un libro de informática siga siendo útil quince años después de ser publicado, es una muy buena señal sobre su contenido.

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